Este año decidí irme de
vacaciones a Italia. Mi hermano estaba allí haciendo un voluntariado y yo
nunca había estado en Italia, así que allí me marché.
Esta vez iba sola, siendo
mi primer viaje en solitario. Iba siete días y a mi hermano sólo iba a
verle uno. Me daba un poco de vértigo, pero al mismo tiempo quería
hacerlo. Había leído en varios blogs que viajar solo es una
experiencia enriquecedora y quería vivirla.
Mi recorido iba a ser
Venecia-Lamón-Verona-Lago di Garda-Venecia. Reservé el avión en
Julio (la página Skyescanner es una buena opción para encontrar
vuelos asequibles) y también el alojamiento en dos bed and
breakfast, uno en Venecia y otro en Verona (usando la página Airbn,
que os recomiendo usar si vais de viaje). Sólo quedaba cerrar los
últimos flecos del viaje y lanzarse a la aventura.
Partí el 17 de
Septiembre llena de ilusión y algo de incertidumbre. Partí
después de tener que cambiar la hora de mi vuelo porque AirFrance se
había puesto en huelga. No había pisado Italia y comenzaban los
inconvinientes. Pero como dice mi madre, siempre hacia delante. Una
vez en suelo italiano, cogí el vaporetto hacia mi alojamiento. Jeva,
mi anfitriona me recibió cálidamente y me dió toda la información
que necesitaba. Una vez dejada la maleta, salí a patear Venecia.
Venecia es cara. Para el
transporte es recomendable sacar la touristcard (24h, 48h ó 72h).
Así se pueden coger todos los vaporettos que apetezcan sin dejarse
un riñón. Qué decir de Venecia; es una bella y vieja ciudad llena
de puentes y callejuelas. Si te cansas de patear, puedes coger un
vaporetto y disfrutar de sus canales. La plaza de San Marcos está
llena de gente, un poco agobiante, pero bonita.
Uno de mis lugares
favoritos ha sido la iglesia de Santa María de la Salute. La iglesia
es muy bonita (entrada gratuita) y las vistas y la tranquilidad de la
que se disfruta en el exterior, sobre todo al atardecer, son
maravillosas. Una calle interesante es C/Longa Sta María La Formasa;
en ella se pueden admirar escaparates llenos de máscaras y ver cómo
las hacen. También es interesante visitar la plaza de San Marcos de
noche. No hay tanta gente y se puede disfrutar de la música en
directo.
Venecia se disfruta
callejeando y recorriendo el Gran Canal (sobre todo de noche). Para
mi gusto es más bonita de noche que de día.
El día 18 partí
hacia Lamón, un pueblo perdido en las montañas donde está mi hermano. Se
tarda en llegar, pero merece la pena porque las vistas son
espectaculares. Lo pasé muy bien con él. Para cenar tomé la mejor
pizza que he probado en Italia, en una pizzería del pueblo. Vi el
puente romano, el lago, la iglesia y el pueblo. Me gustó mucho.
El día 19 llegué
a Verona. El alojamiento me gustó mucho y la familia era
encantadora. Vinieron a buscarme a la estación de tren y el día que
volvía a Venecia, también me acercaron a la estación.
Verona es muy bonito. La
casa de Julieta, que fue lo primero que vi, está sobrevalorada,
mucha gente y tampoco tenía mucho más allá de la estatua de bronce
de Julieta y el famosos balcón. Lo más bonito de Verona está
situado entre la Plaza di Erbe y el mirador del Castillo de San
Pietro. Y las vistas desde el mirador son muy bonitas. Por la noche
cené en un restaurante precioso con una comida deliciosa.
El día 20 fui a
visitar el Lago di Garda. Si ya de por sí es una aventura, con el
transporte italiano la aventura es doble. No todas las líneas de
autobús van a todos los pueblos, así que tienes que ir combinando
distintos autobuses y horarios. Los horarios son orientativos porque
el autobús pasa cuando le da la gana. En la estación de Porto Nova
se puede sacar un billete para todo el día por 13 euros. Y en la
misma estación se cogen los autobuses que van al lago.
El lago es precioso, me
gustó mucho, y le tiempo acompañó. Los pueblos que visité fueron
Lazisse, Garda, Riva di Garda y Malcesine. Los que más me gustaron
fueron Lazise, que tiene un paseo que bordea el lago, muy bonito, y
Malcesine, un pueblo precioso, ideal para callejear.
A la vuelta, el autobús
que iba a Verona no pasó. Así que entablé relación con dos chicas
que estaban en mi misma situación, y cogimos un autobús a Pecheira
y de ahí el tren a Verona. Es lo que tiene Italia, sabes a donde
vas, pero no cuando llegas.
El día 21 volvía
a Venecia. Bien, un viaje de dos horas y 8,5 euros, se transformó en
uno de 7 horas y 40 euros.¿Por qué? Porque había huelga, nadie
del personal a quien preguntar en la estación, la maquina
expendedora de billetes no indicaba que los trenes regionales no
pasaban ese día......pero conseguí llegar a Venecia. Y
sí, mi paciencia es enorme, lo he comprobado en este viaje.
Venecia me recibió con
un atardecer precioso. Cené, cogí el vaporetto para ver el Gran
Canal de noche (cita imprescindible), en la Plaza de San Marcos
escuché a una orquesta muy amena (totalmente gratuito, ya que los
restaurantes tienen orquestas para amenizar la velada, y si pasas por
ahí puedes escucharlos de pie) y tome un delicioso helado de camino
al alojamiento.
Un día que se había
torcido, acabó de manera agradable.
El día 22 quedé
un rato con mi hermano, que pasaba por Venecia camino de Eslovenia
(el pobre lo pasa taaan mal........) y después me encaminé a las
islas de Burano y Murano.
Murano no tiene nada a
parte de los escaparates con miles de figuras de cristal, la Iglesia
de San Pietro (con sus lámparas de cristal) y la Basílica de Santa
María y San Donato.
Burano es una preciosidad
de isla, con sus casas de colores, su tranquilidad y sus encajes.
Pasada la calle principal, que es la más turística con sus tiendas
y cafeterías, hay un remanso de paz y de color. Merece la pena
visitarla.
Al regresar a Venecia,
pasé por el Guetto Judío, que es interesante de ver, pero no pude
recorrer mucho porque empezó a llover. De regreso al alojamiento, la
lluvia pasó a ser granizada, así que pasé mi última noche en
Venecia en la recepción de un hotel-restaurante con más turistas,
resguardándonos de la granizada que nos pilló por sorpresa. Menudos
pedrolos cayeron del cielo. Ideal para decir adiós a Italia.
El día 23 me
levanté pronto para volver a Madrid y al día a día.
Como final de este resumen de mi viaje unos consejos varios:
- Armaros de paciencia con el transporte italiano, hasta el Santo Job se volvería loco.
- Los baños públicos están bastante bien y no son caros, pero algunos son tipo letrina, es decir, en vez de retrete hay un agujero, pero siguen siendo baños limpios.
- La pizza margarita grande no debería costar más de 4,5-6 euros. Buscar y comparar.
- Hay agua con gas y sin gas. Acordaros de pedirla sin gas.
- Suelen entender inglés, pero no siempre. En ese caso probar con el español.
- Los helados de dos bolas no deberían costar más de 2,5 euros.
- Es recomendable sacar la touristcard para moverse por Venecia. El transporte es bastante caro.